Desde esta sección de noticias, hacemos eco del interesante artículo publicado por María José Zuleta, profesora del área de Dirección de Personas en las Organizaciones de EDIME, en la Revista Estrategia & Liderazgo, de la Asociación de Egresados de la Universidad de La Sabana.
Por María José Zuleta
La reciente película El discurso del rey fue para mí una revelación, había oído hablar de Churchill muchas veces e incluso del rey Jorge VI, pero nunca había oído hablar de Leonel Logue, y conocer este nuevo personaje ha sido muy revelador. El rey tartamudeaba y tenía que hacerse cargo de la monarquía británica en un momento difícil, reinar para la guerra con ánimos de paz, reinar sembrando ilusión y esperanza, y, el pobre, tartamudeaba. Su esposa lo acompañó, lo comprendió, creyó en él, pero el señor Logue hizo lo que hacen los héroes, le ayudó a vencer sus miedos, trabajó día a día para que el rey pudiera hablar de corrido persuasiva y convincentemente. Y entonces el rey Jorge VI pasó a la historia como un líder grande. Un hombre que sostuvo desde su palabra a un pueblo acosado por el miedo a la guerra, por el miedo a tomar partido. Quizá si no hubieran producido la película, la tarea de Logue habría quedado en el anonimato, sólo algunos historiadores dedicados conocerían la trascendencia de una tarea aparentemente sencilla. Logue fue el héroe que soportó en sus hombros y en sus métodos, la transformación de un hombre que sería para su pueblo una voz lúcida e iluminativa; sin Logue no habría habido discurso, no habría habido ánimo y esperanza para el pueblo británico durante la guerra.
Y, a la luz de los ojos de Logue recordé otros personajes que en la historia han aparecido cargando entre bambalinas las banderas de los líderes que reconocemos; Irene Sendler, por ejemplo, salvó miles de niños del holocausto y no lo hizo sola, hoy la recordamos con admiración, con gratitud, con ternura; pero ella misma nombraba en las entrevistas que le hicieron, ya anciana, al conductor de la ambulancia, creativo, arriesgado, a sus contactos en hospitales, en la policía, sin cuya ayuda no hubiera alcanzado a salvar tantas vidas. Ella lideró la salvación de esos niños, con su propio heroísmo y con el de muchos que silenciosamente ayudaron con el único fin de servir. Martin Luther King necesitó de muchos para lograr su sueño. Gandhi se apoyó en quiénes los siguieron y creyeron en su ilusión. La madre Teresa de Calcuta hizo a su alrededor una comunidad de heroínas que todos los días trabajan para aliviar el dolor de los demás. Cada líder tiene héroes anónimos detrás, tiene el silencio cómplice de los que también son capaces de trascender en el mundo desde lo anónimo, desde lo invisible.
La postmodernidad nos habla con fuerza de liderazgo y nos invita a todos a liderar con bríos, con entusiasmo; vale la pena pensar si nosotros somos esa figura capaz de hacerse notar visible y fuertemente, o si somos capaces de seguir a un líder en cuya causa creamos para heroicamente servir a los demás con un ánimo siempre transformador y de servicio. Un líder se acompaña de personas capaces de comprometerse, fuertes para servir, críticas e implacables frente a la injusticia, frente al dolor de la humanidad. Vale la pena reflexionar sobre lo que somos, cada uno, frente al mundo y frente a nuestras tareas, si somos héroes estamos bien y si somos líderes tenemos la responsabilidad enorme de hacer que el heroísmo valga la pena. “Ayudar cada día a alguien tiene que ser una necesidad que salga del corazón” Irene Sendler.
María José Zuleta es profesora del área de Dirección de Personas en las Organizaciones de EDIME