Siempre me ha resultado sorprendente la fuente de aprendizaje que los niños generosa y desinteresadamente ofrecen a los adultos. Ellos hacen posible invertir la afirmación de Baltasar Gracián en su aforismo 182 (“muchos aparentan ser muy grandes, y cuando te acercas puedes ver su pequeñez”) jugando a transformarla en “muchos aparentan ser muy pequeños y cuando te acercas puedes ver su grandeza”. Sin duda son innumerables las lecciones diarias que pueden darnos sobre gestión del cambio, del aprendizaje, liderazgo y trabajo en equipo, creatividad,…Sin duda son, utilizando palabras de Gracián, seres con “verdaderos atributos de grandeza”.
De entre todos ellos, quisiera destacar, el de la creatividad. Recientemente mi hija de cuatro años, estaba sentada dibujando en el jardín con una de sus amigas del colegio. Cada de una de ellas tenía delante una caja llena de brillantes colores y un magnífico folio. Parecían entusiasmadas con la actividad y al preguntarles me dijeron que dibujaban un árbol. ¡Grata sorpresa! Cuando me acerco a contemplar el dibujo de mi hija, aparece ante mí un magnífico árbol con el tronco pintado a rayas verticales con los colores del arco iris y la copa con un flamante fondo naranja lleno de figuras geométricas de colores diversos. Aún estaba deleitándome en el dibujo, cuando oigo que su amiguita le dice: “¡Así no son los árboles. Tienes que dibujar el tronco de color marrón y las hojas de color verde. Eres una niña pequeña…!.
Aún recuerdo la cara de desconcierto de mi hija ante tamaño “insulto”, mientras yo desilusionada sabía que ese momento sería sólo el primero de una larga ristra de situaciones que desgraciadamente acabarían minando su natural creatividad. Probablemente a partir de ese momento todos los árboles que pinte mi hija en el futuro tengan el tronco marrón y la copa con hojas verdes,…uno más entre miles de árboles..
Rápidamente me ha venido a la mente el primer capítulo del libro El Principito, delicioso personaje creado por Antoine de Saint-Exupéry, y su primer dibujo nº 1 y nº 2, de una “serpiente boa que digería a un elefante”..
Cuando el Principito enseñaba a los adultos su dibujo y les preguntaba si éste les asustaba, ellos contestaban: “¿Por qué habría de asustar un sombrero?” Y así, dice el entrañable niño, “fue como, a la edad de seis años, abandoné una magnífica carrera de pintor. (…)Debí pues elegir otro oficio y aprendí a pilotar aviones. (…)”.
Si a los cuatro años de edad ya se nos han dado nuestras primeras lecciones sobre “cómo matar la creatividad”, ¿qué ocurre conforme vamos cumpliendo años? Dieciséis, veinte, treinta y cinco, cincuenta, …
Afortunadamente, cuando nuestros universitarios, se incorporan al mundo de las organizaciones, en torno a los veintitrés/veinticuatro años (en el más optimista de los casos), el panorama les deja perplejos: “se precisa INNOVAR” es la nueva consigna. ¡Paradojas de la vida! …La creatividad es el paso previo imprescindible de la innovación ¿y ahora qué?
Sin duda, algo falla en un sistema que lentamente se encarga de aniquilar una actitud innata en el ser humano, para luego invertir gran cantidad de recursos en recuperarla.
Para los que “sobrevivieron” al sistema y mantuvieron a flote sus capacidades creativas, tampoco resulta más fácil, pues una cosa es el dicho y otra el hecho: ¿cómo “ser un pájaro de diferente plumaje y no morir en el intento?. En este sentido, es altamente recomendable la lectura del libro “Un pavo real en el país de los pingüinos. Una fábula acerca de la creatividad y la valentía* ”, publicado por primera vez en 1995, y que se ha convertido en un referente en conferencias y seminarios sobre creatividad e innovación.
Podemos entrenarnos: hay técnicas para desarrollar nuestra capacidad de ser creativos. El libro “Thinkertoys. Juegos para pensar” de Michael Michalko nos revela una gran cantidad y diversidad de herramientas, lineales unas e intuitivas otras, para desarrollar y favorecer nuestro potencial creativo. En definitiva, se trata de hacernos sentir “atractivos” cuando utilizamos el sombrero de color verde (Edward de Bono, “Seis Sombreros para Pensar”).
Creatividad. Una palabra que dota de magia al que la posee, genera entornos laborales sorprendentes y sociedades abiertas y atrevidas dispuestas a experimentar. Estamos a tiempo con nosotros mismos, pero también con las generaciones con nos suceden y, ¡por supuesto!… con las que nos preceden. ¿Quizá sólo sea cuestión de dejar salir al niño que todos llevamos dentro?.
Mª Ángeles Plaza Mejía
Doctora en Ciencias Económicas y Empresariales.Profesora Titular de Universidad. Área de Organización de Empresas.
Docencia Universitaria, en grado y posgrado (Máster y Doctorado), así como en diversas instituciones y organismos (Ministerio de Hacienda, Escuela de Organización Industrial, Colegio de Ingenieros, Cámaras de Comercio, Instituto Andaluz de la Mujer, Fundación Biodiversidad, Instituto Andaluz de Administraciones Públicas, entre otros) centrada en los ámbitos de Dirección Estratégica y Desarrollo de Habilidades Directivas.
Por otro lado, es Directora de la Cátedra de Internacionalización EXTENDA en la Universidad de Huelva, y Miembro del grupo de investigación “GEIDETUR” (Estrategias de Gestión e Innovación en la Empresa Turística) del Plan Andaluz de Investigación.